martes, 3 de diciembre de 2019

El poema de Leticia



Encontraron el poema de la pequeña Leticia una gélida mañana de invierno de hace unos años. Estaba tirado en el suelo del parque infantil que había cerca de su casa, al lado de los columpios de hierro. Tenía manchas de barro que hacían que ciertas partes del poema, no muchas, fuesen completamente ilegibles. Aun así, se trataba de una composición pueril, propia de una niña de ocho años que había escrito en alguno de sus ratos libres. De rima consonante y fácil de aprender, la verdad es que no se apreciaba en sus versos una clara influencia de los clásicos ni característica alguna que pudiera asegurar que aquella niña poseía un talento especial para la lírica. Cualquiera que tuviese un mínimo de sensibilidad sabría que aquella composición no valía nada, que era un trabajo mediocre hecho, seguramente, para alguna actividad del colegio, y que no habría destacado demasiado entre los demás escritos realizados por sus compañeros. El poema comenzaba así: “El perro de mi vecino es grande y bonito / pero no deja de molestar a mi gato chiquitito / temo que un día de estos le haga daño / y tenga que enterrarle debajo del castaño / qué pena más grande me daría / si ese perro al final la lía”.  El resto del poema no mejora. Es una sucesión de versos estúpidos e ingenuos que, con el paso del tiempo, alguien vio como una especie de premonición o de aviso. Da igual lo que cientos de personas opinasen al respecto. Todos aquellos comentarios cambiaron en el mismo momento en el que se encontró el cadáver de la pequeña Leticia en mitad del bosque. Había sido violada y estrangulada. Entonces, algún lumbreras pensó que sería buena idea publicarlo. No se equivocó.

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