viernes, 24 de abril de 2020

Confinamiento número 3



¿Qué dónde? ¿Cómo ahora?
En ruta
No era un mañana cualquiera ni un día sin extraños. Cada vez que prestaba atención a la vida, ésta me resultaba más artificial, como si fuese la de otro. No desayuno porque nada me entra. Solo humo. Así pasé la mañana, viendo transcurrir el día desde mi ventana. Una ventana sucia que me permitía adquirir segundas visiones. El otro día es hoy. Hoy es mañana. Dejo que el tiempo pase y miro por la ventana. Pero fuera no hay nadie, no hay nada. ¿Cuándo cómo? Estoy solo, al lado del teléfono mudo que ahoga los graznidos de las gaviotas que a veces me hablan. Cada gesto es estudiado por las personas que me observan. No hay alma alguna alojada en mi glándula simpática. Miro por la ventana porque no sé cómo hacer para que pase el tiempo más rápido. Es el sigilo de la suciedad rondando las células vivas que me hacen mantenerme erguido. ¿Quieres meterme la lengua en la boca? Nunca más podré hablar si no mastico ese filete hinchado que rebosa por mis labios. Quieres mi silencio, mi muerte. En realidad morí delante de tus ojos enrojecidos por el cansancio, y aun así no te impactó. Sólo cogiste mi brazo y lo metiste en la pared. Antes tuviste que cortarlo. Antes tuviste que hacer cosas malas. En los suburbios conocen tu nombre y apellidos. Pero a nadie le importa que hoy sea viernes y mañana también. Todos los días son el mismo. Necesito caminar y sentir que soy. Por eso me repito constantemente “yo soy, yo soy, yo soy…” Pero no soy y nunca lo fue. ¿Quién fui? Quizá alguien que nadie conoció o que no recuerdo. En las ondas de mis recuerdos imbéciles bebo para cruzar la calle y encontrarme con el vacío. No hay otro bar que visitar ni una charla amistosa en la que perderse. Han pasado tres semanas desde mi asesinato y todo mi cuerpo está desperdigado por la ciudad. Mi cabeza entre dos habitaciones vacías. Nunca es suficiente. ¿Quieres contar historias? Ni siquiera las prostitutas se pasean por la calle. Sólo percibo el movimiento del sol en el cielo, aunque sé que quien se mueve soy yo. Un momento solitario en el que soy consciente de mi sabiduría negra. Suena el teléfono, pero no lo cojo. No quiero oír voces. No quiero que me digas qué tengo que pensar. Prefiero no hacerlo. El inmenso vacío transparente en el que me siento inmerso. Porque no hay nada más que decir. Pero si me callo, si al final enmudezco, moriré. Yo ya estoy muerto. No hay porqué decir más. Perdí la vida que conocía hace tres semanas, seis semanas. No recuerdo cuándo. ¿Cuándo cómo? ¿Cuándo qué? Eso es lo que creo. Desde entonces estoy delante de esta ventana, observando la vida desconectada que se me permite ver. No significa una mierda. Y sin embargo, me siento defraudado. Nada hay tras esta ventana. Nadie se mueve. La vida se ha detenido y yo necesito fumar compulsivamente. Los misterios se desvanecen en cuanto pienso en lo que pasó. Y una voz se repite en mi cabeza desde la lógica de una reina degollada. Es hora de mantener una conversación con el vacío. ¿Dónde debería ir para ser escuchado? El cielo gira sobre sí mismo como un sumidero por el que nos vamos. Estoy dispuesto a volver, pero ¿de qué manera? Escribo notas de lo que veo. El cuaderno está vacío. Mi cerebro se descongela con lentitud pasiva. Quieres que muera, pero yo ya estoy muerto.


jueves, 16 de abril de 2020

Los cansados sonidos gravitacionales






Sin mi infeliz histerismo enclaustrado veo cómo habla la química, se está despegando de mi cuerpo, me mata, me hunde, sé que crecen las sorpresas en los moretones que se multiplican por mi piel, estoy aplastado contra el suelo con la barriga hinchada y sin sentir la respiración que me ahoga, hay una botella incrustada en la punta de mi pene fláccido pero no me pregunto por qué, es inútil, sé que sabes que la visión da vueltas debajo de la vida y no es bueno inhalar carbono silencioso para sentir el dolor doloroso de un corazón convertido en vertedero, no puedo apretarte la mano cuanto más alarmas rugen del gobierno, me entretengo dando vueltas decepcionado donde el ajuste perfecto es tu final achatado, ellos cruzan las piernas silenciosos antes de rebotar por autopistas plagadas de gente histérica, tengo las alas cortadas y lentamente me crecen las uñas, las oigo hincharse, están incrustadas  en el yo colgado, voy dando un vacío día a día, piso las decepcionante sorpresas que no sanarán la química que llena el final de una reacción cansada, jugos de cerebro roto transportan la risa que fluye en las aprensiones, es un bonito día de ensueño sentimental, decepcionado insecto, sabes, insecto, nosotros en el suelo, tú dando vueltas a tus hélices de monóxido de hierro, dando tantas vueltas que contraen la reacción de mis manos tranquilas, abajo, voy abajo, y te como el coño, y comienzan de nuevo las alarmas, vienen y van, colapsando un jardín de bonitas confusiones, desilusionado siempre, decepcionado del trabajo, mis alas rotas sangrantes provocan otro día inútil que se aferra a una flotante hipocondría que termina generando heridas, es una jornada más de primavera.


Enfermedad

  Ahora que tu vagina sangra he de decirte que te quiero y mientras el mundo explota a nuestro alrededor se me encharca el cerebro con imá...