Trataste de ganar tiempo cuando todavía no había ni un comienzo.
Puede que no hubiese nada más lejos de mí que tu verdadero yo.
Aquella felicidad, aquellas promesas, aquellas noches sin alma...
Como de ventrílocuo.
Nada espero, nada me fue matando.
Ibas devorando nuestro tiempo con tus verdaderas creencias
en el ático hinchado de mi mente abovedada.
Mi vacío aterrizó histérico sobre un sueño aplastado.
Apenas reaccioné, me limité a fluir química en los jugos gástricos.
Los sentimientos encerrados en botellas de alcohol
rebotaban y avanzaban por mi sangre adulterada
como átomos encolerizados que ahogué para no dañarme.
Aún más.
La neblina se fusionó
en mi cerebro con un zumbido tono sepia
y la esperanza imploraba recortar mi fresa con cuchillas de afeitar
para poner en tonos oscuros el desgaste de una reprimenda recitada.
Sí, sí, fui una silla libre y un teléfono que nadie cogía
Un cerebro inconsciente e inconsistente que envejeció una noche.
Con el recuerdo inerte de un tiempo seco
del que sólo brotó la tristeza más dolorosa.