Miro la fruta y puedo oler la flor del suicidio
Disparar otra vez y disipar lo que significa.
Abrir un diminuto agujero en mi cráneo
y dejar flotar el fantasma de mi pasado.
Permanezco encerrado en una perrera sin ánimo de ladrar.
El clima me produce sueño,
pero ¿quién cantará en mi obituario?
Perdí tu aliento y sabes que también a nuestra mascota.
Disparaste a mis alas bonitas cubiertas de mierda
para así sentirte libre.
Moretones en mi cumpleaños y glándulas sin edad
para despedir la primavera de mayo.
Observaste el parásito de mi lado obsceno,
el ectoplasma de leche del que soy anfitrión,
y vomitaste todo el rencor que albergabas.
Endorfinas de recuperación justo antes de sentirme morir.
Anoche me reventó el estómago y tú dejaste de existir.
Ni siquiera te despediste.
Simplemente desapareciste por el sumidero de mi arteria
como un filete envuelto en un sueño.
Puedo ser carne cruda de suicida y compartir nuestra deyección
cubierta de flores marchitas con olor a anís.
O así lo recuerdo poco antes del apagón.
Ahora sueño con beber, pero ya estoy muerto.
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