viernes, 13 de septiembre de 2019

Autoridad portuaria


Autoridad portuaria. Autorridad portuaria. Atrocidad portoria. Autoridad puertopatria. Autoridad portuaria. Au… to… ri… dad… portuaria. Portuaria. Autoridad portuaridad. Autoridad portuaria. Autordad por… tu… aria… Autoridad portuaria. Autoridad portuaria. Autoridad portuaria. Auto… ¡Qué difícil es pronunciar ciertas palabras cuando uno está borracho! Auotidad portodadia. Lo intento, lo voceo, oigo mi voz reverberar en las paredes de la habitación, mientras ella, la mujer, me mira extrañada desde la cama. Está sentada al borde del colchón, vestida únicamente con la ropa interior, esperando a que algo suceda. Pero nada sucede. Puede que esté más bebida que yo, que el alcohol ingerido le haya sentado peor que a mí, pero eso no importa. Ya nada importa. Se la ve cansada, aburrida. Lanza un resoplido impaciente. Yo sólo quiero que se vaya a su casa. Cuanto antes. No me apetece follar con ella, con nadie. Es cierto, he sido yo quien se ha acercado a ella esta noche y quien ha empezado una anodina conversación que ha desembocado en esto. ¿Qué es esto? ¿Qué hago aquí? Autoridad portuaria. Metacrilato. En realidad, ¿quién es ella? Ni siquiera sé si existe, si lo que creo que está sucediendo, ocurre de verdad. No sé si estamos los dos solos en esta habitación, en la antesala de lo que podría ser un acto sexual aburrido y monótono. ¿Por qué me empeño en hacer lo que la sociedad demanda? No me apetece follar con esta mujer, cuyo nombre he olvidado hace un par de horas, cuando me dio dos besos a modo de presentación. “¿Por qué no te desnudas?”, pregunta aburrida. Es verdad, estoy vestido, completamente vestido y de pie frente a la ventana, observando la ciudad oscura de la que intento escapar. ¿Por qué no me desnudo? ¿Por qué debería hacerlo? Esto no está sucediendo. Sé que todo es producto de mi imaginación. Me lo he inventado para masturbarme, pero la bebida me impide alcanzar una erección que se antoja imposible. Nada de esto está sucediendo. Me doy la vuelta. Ella sigue aquí. Me mira. No sé lo que se dibuja en sus ojos. Desconozco lo que se esconde en su cabeza. Debería saberlo, si es que todo esto realmente me lo he inventado. Me acerco a ella. Le toco el hombro con un dedo para cerciorarme de que está aquí. Parece que sí, que está. Aun así, no me fio de mis propios sentidos. Ella se mira el hombro y después clava su mirada en mí. “No comprendo…”, comienza a decir, pero sello sus labios con el mismo dedo para hacerla callar. No me interesan sus palabras ni lo que vaya a hacer a continuación. Me dirijo a la cama. Echo para atrás las sabanas y me siento en el colchón. Me descalzo con cierta dificultad porque el mundo entero da vueltas ante mí. Me acuesto en la cama, mientras la mujer no deja de observar cada uno de mis movimientos. En cuanto cierre los ojos desaparecerá, de eso estoy seguro. “Autoridad portuaria”, digo en voz alta, como si fuese una especie de hechizo para borrar los malos pensamientos. Apago la luz. La oscuridad es tan densa que fluctúa ante mí. Me incorporo como puedo y vomito todo lo que he bebido y comido a lo largo de la tarde-noche. Las arcadas son profundas y dolorosas. Parece que el estómago va a asomar por mi boca de un momento a otro. Termino de arrojar dos o quinientos litros de bilis ácida cuando decido encender la luz. Me cuesta encontrar el interruptor. Tiro un cenicero. Me golpeo la mano contra la pared. Enciendo la luz. Veo el vómito esparcido por el suelo de la habitación despidiendo un olor insoportable. Lo observo durante unos segundos, maravillándome de que todo eso haya estado en mi interior apenas unos minutos antes. Miro a mis pies. La mujer no está. Ha desaparecido. Esta es la prueba irrefutable de que tenía razón y nada de lo acontecido esta noche ha sido verdad. O no. Me vuelvo a acostar y me quedo dormido en seguida. Decido no soñar.

martes, 10 de septiembre de 2019

Transistor de potencia


El sonido procedente de la radio inunda de forma violenta toda la estancia. La emisora no está bien sintonizada y las voces procedentes del aparato se vuelven cacofónicas e indescifrables. Lo prefiero así. Me gusta no entender lo que dicen, inventarme mis propias noticias con lo poco que llego a escuchar de forma nítida. Es cierto que casi siempre son noticias desagradables, aunque el locutor o locutora esté relatando una crónica sincera y alegre de la navidad de este año. Me da igual. En sus palabras dibujo infanticidios, violaciones y asesinatos en masa. Puede que la gente piense que estoy enfermo, que no es normal imaginar todas esas cosas. Lo que desconoce el resto del mundo es que todas esas desgracias hacen que mi vida sea un poco menos triste. El dolor ajeno inyecta esperanza en mi cuerpo, en mi espíritu. Me siento, pues, de alguna forma revitalizado cuando por las mañanas enchufo el transistor, después de una noche de angustias y miedos, completamente solo, sin ganas de levantarme de la cama. Hay alguien fuera que lo pasa peor que yo. Entonces sonrío y me enciendo el primer cigarrillo del día, antes de acometer como pueda la rutina diaria que me va matando poco a poco.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Excusas


…y si no sabes cómo acabar, no me digas cómo hacerlo, cómo terminar, cómo concluir con todo esto, darle un final, pues ninguno de los dos sabemos cómo va a acabar, cómo se va a solucionar, no continuar, sólo finiquitar, no sabes cómo acabar con esto, pero insistes en que yo lo haga, cuando nunca he tenido esa potestad, dime qué tengo que hacer, cuéntame cómo terminar, dame la clave, pero desconoces cómo hacerlo, y yo tampoco es que sepa cómo finalizar este encuentro, creí conocerlo todo, haberlo imaginado, pero nunca soñé con tener que saldarlo y concluir la historia, acabar de una vez por todas, hasta siempre, dímelo, dime cómo, descríbemelo, cuéntame cómo resolver este contencioso, insistes en que tengo que ser yo porque fui yo quien lo empezó, yo lo inicié, según tú, pero no según yo, las versiones difieren, no hice nada, nunca hice nada por llegar a esta situación, no hice nada, según yo, simplemente surgió, según yo, no según tú, no, según yo, porque siempre es según yo, no según tú, no intentes llevarme la contraria, explícate, dime cómo acabar, termínalo tú, no llores, no me digas qué tengo que hacer, no grites, tengo que finalizar este episodio y pasar a un reto más grande, otro deseo malsano cumplido, pero no sé cómo hacerlo, ayúdame, quieres hacerlo tú, o tengo que ser yo, sé que tengo que ser yo, lo sé, no puedes discutirlo, apenas puedes hablar, no llores, no grites, no supliques, todo será inevitable, he de acabar, he de terminar con todo esto, ahora lo sé, o no lo sé, o no quiero saberlo, sólo aprieto el émbolo y ya está. Silencio.

Enfermedad

  Ahora que tu vagina sangra he de decirte que te quiero y mientras el mundo explota a nuestro alrededor se me encharca el cerebro con imá...