lunes, 3 de febrero de 2020

Ante el suicidio



En filigranas, escupo mi alma ante el ruido obsceno y observo los diamantes situados en los gemelos del pecado. Puedo convertir mis palabras en atómicas por cómo me escuecen mis ojos. Así es Ella. Nada es más parecido a dios acercándose a una mujer con fruición terca en su rostro volátil. Al sentirlo, desperté hambriento y solo; rojo por esa mirada fría en la arena. Sus preguntas ilegales me hacen viejo como un roto en el cielo. Respiro el aire dorado que se traduce en asesinato. Hay infinidad de cuerpos enterrados en la granja de un amigo. Es el mismo que ahora enamora a todas las chicas atándolas a los postes de teléfono. Solo son comentarios que uno hace y solo están en mi marfileña estructura. Sé que ella me quiere hiperactivo. Sexualiza mi intelecto. Soy incapaz de superarla y en superarla me hallo. Cubre mi cuerpo con el agua sucia que se aloja dentro de su simpatía en mi vergonzoso dolor. Leche triste que relativiza mi momento óseo. Quiero volver a ser joven, un espectro de mi apego. Me propongo olvidarla con un pastel de sangrante tristeza. No vivo en la píldora de la melancolía, pero es imposible escapar de sus pensamientos. Estoy allí hasta que Ella se acerque a mi fantasía. Un golpe estructural en el manicomio. Me columpio en la violencia como un denigrante sin coartada. Suenan sirenas temblorosas que revientan mis ojos en la superficie. La chica subterránea no es así, nunca fue así. Permanece atada a mis músculos y celebra el funeral de su corazón en un espectáculo ínfimo. Es una asesina de secretos sentidos escondidos en la corteza del árbol donde solía pescar de pequeño. ¡Bendita infancia! El frío clava la terca noche en el pantano. Voy a colgarme del aliento amargo de su bebé para sufrir en silencio el amor cruel y hambriento de mi asesinada. Su cuerpo es una selva de hormonas donde se detiene la muchedumbre. Y la piedra congelada refleja la escena de cabeza, sexo y doble puño penetrado. Estoy humeante. Quiero salir, escapar del cielo. Puedo inhalar el aire urbano que me embelesa y desengrasar mis testículos vírgenes de llamas placenteras. Estoy turbado y masturbado. Soy despreciado por el trabajo duro. Rasco en broma la esfera de mi cabeza gritando hueso sin parar, pues no hay nada más oculto en mi pobre sesera. Debería replantearme mi jodida existencia, pero es eso o nada y siempre me he decantado por el vacío. Es domingo y no sé en qué día vivo. Será mejor que saque su fotografía en sepia y me encierre en el cuarto de baño para desahogarme y cortarme las venas. Nunca me han gustado largas.

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