miércoles, 18 de marzo de 2020

Cargado y pintado de rojo



Es horrible permanecer en las sombras y cerrar para barrer y mostrar las garras. Esos son mis enemigos. Así es como me culpo. No hay gente para esto. Todos podrían ser persianas y cortinas. Es difícil de llevar tras las puertas clausuradas y oscuras que finiquitan mi infinito. Mío. La cama arde en lo que es un rendimiento febril. La ropa sucia se amontona y encoge las paredes, provocándome unas ganas irresistibles de matar. Lo que es imposible de saber es a quién o a qué. Me alejo, y es más fácil ahora que estoy en casa, mientras espero dormido a que se cierre la piel. El mundo entero es un icono dibujado en mi epidermis. Todo, absolutamente todo, es alguien que conoce a alguien junto a nadie. Pero mayo es ahora por la noche, y las llamadas retumban en las catacumbas que abrimos. Mis zapatos se hunden en trampas del corazón escondidas en números de teléfono. Hasta que vuelva, tengo el arduo trabajo de arrepentirme y quitarte la ropa. Primero la de las ratas que habitan mi piso. La piel de la puerta suda leche cruda. Porque dormitando, ella abre las cortinas y deja que el infierno nos habite. Y quiero entrar ahora que sé que lo que alguna vez escondimos se representa en mi habitación. Ella recoge con cuidado la apertura perenne del silogismo errático y vuelve a mostrar su ropa sucia al mundo, su intimidad.  Abramos la puerta, que no muera abril. Ya no puedes volver a casa. Crece el cosmos moteando los campos eternos que perdí en mi memoria. Confío en los vientos con los que comercio y que defraudan mi cuerpo cubierto de nubes y sombras. De llagas y secretos. Un día pudiste ver el camino que sigue mis patrones derribados. Nos sentamos, mientras tu lento cansancio se hacía cada vez más etéreo. Eras encantadora. Soplabas por un agujero de aire inocuo que rodaba por mi cuerpo enfermo. Los dejaste a todos  laicos. Eras una actriz con el cuerpo introducido en un sueño. Espero no haberte decepcionado, aunque sé que lo hice. Y ahora encuentro tu cabello debajo de la cama junto a dos piezas dentales.  El resto de ti se perdió en mi memoria. Como el resto de mí, y las migaja de un mundo que se derrumba.


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