viernes, 17 de enero de 2020

Naderías

Transformación.
Tengo un enano creciendo debajo de mis testículos.
Tétrico.
Esta mañana me he acostado con mi vecina nada más levantarme.
Así de cansado estaba.
O de aburrido.
La luz del sol me ciega. Y ella no deja de reír.
Sin razón aparente.
Tal vez ha visto la cabecita del enano
y le ha hecho gracia.
Si al menos su risa fuese sincera…
Y hermosa…
Telúrica y tomada.
Hay conversaciones que siempre terminan en tragedia.
Como cuando recibí al profesor de mi hijo y le reventé el ojo a puñetazos.
Un asco.
Un verdadero asco.
Pero todo estaba perfectamente planeado y estudiado.
Ni siquiera tengo un hijo.
Nunca he comprendido el sentimiento caníbal de comerme mi propia descendencia.
Aquel profesor…
Se merece su permanente ceguera.
Me escupió dos muelas a la cara, una de ellas de oro.
La he enterrado en el fondo de la maleta.
A ver si me da suerte y consigo viajar más.
Escapar de aquí.
Se lo cuento a mi vecina y estalla en carcajadas aún más sonoras.
Se cae de la cama.
Se golpea con la mesilla. Deja de reír.
Mejor así.
El profesor….
He hablado con un amigo de un amigo que una vez vino a mi casa invitado por la mujer del abogado de mi vecina, la que se acaba de caer, y me ha dicho que aquel tipo se lo merecía.
¿Cuándo he hablado con él? ¿Cuándo he tenido la oportunidad?
Ni siquiera sé si existe.
Es posible que todo se cocine en mi cabeza.
O puede que…
Un hombre espera en el pasillo.
Veo el edificio de enfrente a través de la ventana.
Mi vecina agoniza o simplemente ha dejado de respirar.
Desde aquí contemplo su coño.
Levemente abierto, levemente rosa.
El enano que crece debajo de mis testículos entona cánticos fúnebres.
No sé quién es, quién soy.
Hay un hombre esperando en el pasillo.
Menos mal que hoy es domingo y mañana no trabajo.
Tengo tiempo de sobra para lo que sea.
Moriré de aburrimiento mientras contemplo el edificio de enfrente oscurecerse.
Este no es mi sitio. Nunca lo fue.
Siempre estoy donde no tengo que estar; donde no importo.
La invisibilidad del ser maduro convertido en nada.
Lo fútil como un todo ordinario.
Ni siquiera tengo un hijo.
Y aun así convencí al profesor para que viniera.
Sólo quería hablar con él.
Y le golpeé, le destrocé un ojo.
Lo pagué con él.
Mi frustración, ya sabes. El no ser cuando se es.
Podrías haber sido tú. O mejor, podría haber sido yo.
El hombre del pasillo espera, pero no sé a qué.
Me doy la vuelta, cierro los ojos,
aprieto las piernas y ahogo al enano.
Todo eso en menos de cinco segundos.
Es mejor seguir soñando que nada de esto ha sucedido.

No hay comentarios:

Enfermedad

  Ahora que tu vagina sangra he de decirte que te quiero y mientras el mundo explota a nuestro alrededor se me encharca el cerebro con imá...